miércoles, 27 de octubre de 2004

Pepino el Asesino

Cuenta la leyenda (Dios, siempre quise empezar un escrito con esas palabras) que hace mucho, muchos años, residía en el ya glorioso, místico e incluso tenebroso barrio de Flores, un ser, que se paseaba durante las noches, en el rango de las 23:00 hs. Hasta llegadas las 5:00 am.
Solías cruzártelo ya sea por zonas aledañas al hospital de la calle Aranguren, o por plazas como Avellaneda o la famosa plaza Flores.
¿Pero que tenia de especial este sujeto?
Puedo contarles que los niños, cuando lo veían dormir en la calle le tiraban piedras al grito de “¡¡Es Pepino el borracho asesino!!”, la gente cuando se lo cruzaba por la calle, cambiaba de vereda con esos cotilleos a lo “Ah, este mal viviente, debe ser un enfermo” y otras frases similares, de esas que tanto nos gusta decir a los que nos creemos superiores por que quizás fuimos un poquito mas afortunados en la vida.
La historia de este “Pepino” era la siguiente (O por lo menos es lo que me contaron)…

“Muchos años atrás, Pepino, estaba casado y tenia una hermosa hijita que asistía al colegio Shontal, de buen pasar económico, una noche, el llego de trabajar, y nadie sabe ni como ni porque, si fue causa de brujería o simplemente se canso de su vida perfecta, que el asesino a su mujer y su hijita, y luego prendió fuego su casa, con el adentro intentando inmolarse, los bomberos llegaron y apagaron el siniestro, salvando a Pepino de una muerte segura…Luego de pasar varias semanas en el Hospital Álvarez (Si, si ese de la calle Aranguren) comenzó lo que hoy conocemos como una vida licenciosa y de vagancia, se dedico a su nueva profesión “El Empine” y recorre las calles de flores como un espíritu mas en la noche del barrio.”

Nadie sabe a ciencia cierta, si todo esto es verdad, pero cuando mirabas a Pepino a sus grandes ojos azules, te dabas cuenta de que alguna vez…El fue feliz.

Quiero dedicar esta pequeña historia a todos los que se sientan grandes empinadores, como el buen Pepino, allá ellos y brinden por la felicidad.